
Él la miró a sus profundos ojos verdes, brillando bajo el rojo y bello atardecer, y la preguntó -¿Quieres venirte a vivir conmigo?
Y ella, con un simple gesto de asentimiento, y sin quitar la vista de sus ojos, contestó desde lo más profundo de su corazón.
-Sí.
-Sólo te pediré una cosa, cariño.
-Dime, amor.
-Tengo en una de mis habitaciones un cofrecito que guardo cerrado con llave. Por favor, por nada en el mundo lo abras.
-¿qué guardas en él, que sea un secreto para mí? – Inquirió ella, sonriente.
-Nada que pueda interesarte, pero, por favor, no lo hagas.
Y así, ella se fue a vivir con él. Durante un tiempo, tal vez unos pocos años, su vida fue plena armonía. Entendimiento durante el día, calor en la tarde y sexo en la noche. Pero un día Balazul tuvo que irse de viaje por motivos de trabajo, y tuvo que ausentarse de la casa por unos días.
Ella, que ya había olvidado la historia del cofrecillo, encontró la llave mientras limpiaba el despacho, en uno de los cajones de la mesa de Balazul. En principio no pretendía abrir el cofre, pero según pasaban las horas su curiosidad podía más
¿Qué ocultaría en aquel cofre tan importante como para que no lo abriera? ¿Acaso no confiaba en ella?
Las horas transcurrían lentas, y la llave estaba en su mano. Tal vez si echara un vistazo y luego cerrase el cofre, él no se enteraría… pero no, no podía hacerle eso. Él confiaba en ella… ¿O no? ¿Por qué no quería que abriese el cofre?
Finalmente, su curiosidad fue más fuerte que la prohibición, y abrió el cofrecillo.
Dentro había gran cantidad de papeles. Todos estaban escritos, y los primeros que leyó eran relatos, historias fantásticas, algunos de ellos muy bellos. También encontró ensayos y pensamientos más oscuros, reflexiones sobre la vida, la muerte, la felicidad, la suerte del destino… Pronto llegó a poemas y textos de tinte más romántico, y otros tantos de carácter erótico, así como varias cartas apasionadas de diferentes mujeres escritas con fogosas palabras, algunas de ellas las había oído de su boca, otras no. Mujeres que sin duda pertenecían a un lugar en el pasado de Balazul. O tal vez no tan pasado. Siguió rebuscando en el cofrecillo, y encontró entonces gran cantidad de fotos de mujeres. No sólo de aquellas del pasado que ella creía conocer, también de otras de las que no tenía referencias. En ninguna de las fotos salía él, pero sabía que siempre estaba detrás de la cámara. Algunos de los lugares de las fotos también los conocía, incluyendo la casa en la que vivían.
Aquellas mujeres le miraban con caras de amor, de ternura, pero también de sexo, de deseo, de placer a punto de derramarse y de placer disfrutado. Fotos de atardeceres como el que había vivido con él, o en distintos lugares del mundo, u otras mucho más sexuales, en las que ellas aparecían desnudas en diferentes poses más o menos provocativas o explícitas, a veces atadas, o con objetos fetichistas, o lencería de látex o cuero, entre otras.
Al fondo del cofre todavía encontró algunos objetos muy personales, como pulseras, braguitas, pañuelos, collares, tarjetas escritas con nombres y teléfonos, y otros pequeños y extraños regalos.
No podía ser verdad lo que estaba viendo, era una pesadilla, así que no pudo evitar llamarle por teléfono.
-Cariño… estoy viendo algo, pero… son algunas fotos… pero… pero… no las has hecho tú ¿Verdad?
-Has abierto el cofre ¿Verdad?
-Por favor, ven lo antes posible…
Ella colgó el teléfono y rompió a llorar…
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(Basado en Barba Azul, de los Hermanos Grimm)
El descubrimiento de esta versión de la canción corresponde al blog de Kasandra